23/03/18

Los que no se ven


Es Viernes de Dolores y, en Escacena Cofrade lo celebramos con la segunda entrega de El Mini Pregón, una sección inaugurada recientemente y que nace de la mano de nuestro amigo y colaborador Antonio Vázquez Miranda. De sus manos nace esta prosa, que con tanta mesura y tanto sabor a lo que anhelamos nos transporta hacia aquellos detalles que también configuran nuestra Semana Santa. Conviene recordar que este microespacio forma parte del programa Pasión Nazarena, emitido cada miércoles de Cuaresma a partir de las 21:00 horas. Dentro del programa que dirige José Fadrique y bajo el título de Mini Pregón, Antonio Vázquez Miranda, hace una exaltación de diferentes aspectos de la Cuaresma en tan solo unos breves minutos. Os dejamos con la segunda entrega.

Son los que no se ven.
Un corrillo de manos danzan en torno a un bastidor que sostiene la tela. Arroyuelos de hilos dorados y de sedas van confluyendo dulcemente en un remanso de belleza, que va tomando forma de hojas de acanto, de ángeles y de flores. Requiebros entre puntadas, que bordan la fe entre oraciones. Y no se les ve.
Sobre una antigua máquina de coser, el acerico borbotea alfileres de variadas formas, ansiosos por apuntar el pespunte. Las manos veteranas tratan con suavidad la tela para darle forma de túnica; mientras que sobre la mesa se disponen cordones y cíngulos, espartos y sargas. La mirada asoma por encima de las gafas, tan cansadas como la vista de la costurera, que con amor a los hijos y a los nietos, ha venido moldeando los cortes para poder cumplir con el sueño de aquéllos que anhelas investirse de nazareno. Un trabajo de primor y candor, constante, callado, amoroso. Y no se les ve.
En la casa hermandad, hay barullo de enseres. Sobre bancos y sillas, descansa la orfebrería, recibiendo una generosa pátina de primantel, al ritmo imparable de un trapo de algodón. No se deja atrás un resquicio, ni una sola hojilla plateada queda libre de la sacudida, que la hace recobrar todo el brillo original. La tarea es febril, mucha es la ilusión de quienes se empeñan en dejar impoluto el metal. Son hermanos que calladamente van tornando luminosa la opacidad de cada pieza labrada. Lo hace con entrega, con el cariño de estar ensalzando con un gesto tan sencillo, algo que sienten muy suyo. Y no se les ve.
La priostía lleva semanas pensándolo. Al altar de cultos de este año hay que darle una vuelta. Hay que aprovechar mejor el espacio, redistribuir candeleros, ordenar el tema floral, buscar doseles…todo para que las imágenes de Cristo y María, aparezcan coronando con grande solemnidad, la escena pretendida. Las horas dedicadas serán muchas, destinadas a acarrear enseres, quebrarse la cabeza con el montaje, ultimar detalles.. Noches completas de cajas de herramientas abiertas y de sueños alterados, siempre pensando en que será lo mejor. Luego vendrá el montaje de los pasos, con delicada pulcritud, cada tornillo en el mismo sitio, cada abrazadera en el mismo lugar, cada jarra en el mismo espacio, cada flor, medida con exquisita elegancia para el hueco creado. Trabajo continuo, desvelos de madrugada, insistencia en la rotundidad de las cosas bien hechas, briega continua por mejorar. Y no se les ve.
En la antigua silla de enea, con suave cariño, se ha posado el costal, la faja y el pantalón de briega, tratadas con una plancha de alegría y orgullo. El traje negro, terno de respeto y sencillez, cuelga preferente en la habitación, esperando formar parte de esa cuadrilla de ensueños. Y todo ha sido dispuesto así, en tradición encomiable, por quienes poco aparecen en la estampa conocida, en la foto clásica, en la imagen típica. Están ahí, son las mismas que hacen especial el sabor de cada Viernes de Cuaresma, trayendo al paladar las recetas de siempre, las mismas que en una destreza inusitada, lían con perfección las orejas de Abad, enmelan en su punto los pestiños y torrijas…las que nos reencuentran con nuestros rituales y tradiciones íntimas. No fallan, son fieles, incansables aún en la vorágine de la locura de la vida…son especiales y fundamentales… y no se les ve.
Para que cada Cuaresma sea tan de nosotros, para que podamos vivirla a nuestra manera, para que se cumplan las costumbres y las emociones se repitan, hay muchas manos y voluntades que están ahí…Por eso el bordado reluce, la plata brilla tanto, la túnica viene perfecta, el altar de cultos es espectacular, el paso va perfecto, el costal no coge arrugas, el capataz rezuma elegante sencillez, las torrijas están tan ricas y el bacalao es un manjar que sabe a tiempos antiguos.
Todo es porque ellas y ellos están ahí… Y NO SE LES VE.

Porque tu, aunque te deleitas con sus obras, no los ves, ¿Verdad hermano?

Antonio Vázquez Miranda

No hay comentarios: