Y van pasando

Y van pasando, con cadencia de ensueños, los días de esta Cuaresma. Y en cada amanecida primorosa, el anuncio es trino melodioso que envuelve con tonos sublimes el despertar de un tiempo grande. 

Sobre cada jornada, caen los hilvanes delicados de una memoria fecunda. Costuras que agarran los patrones de una devoción anidada con raíces de fe y que en su urdimbre, va conformando nuestra propia historia. Y se van cumpliendo los rituales. Por debajo de la puerta, en una noche fría, se desliza el boletín de la hermandad. El cajón de la vieja cómoda ha suspirado al abrirse, mostrando la túnica querida, que abandona el letargo placido, para inundar de recuerdos con su presencia la habitación. El abrigo que solo sabe de santas madrugadas se airea en la sala, presumiendo de hechuras mientras que su fragancia evoca antiguas procesiones, en blancos y negros tintes. 

El horno de la panadería se ha reservado con tiempo, para acoger en su hirviente hogar, roscos y hornazos. Las cocinas huelen a limón y canela, miel y ajonjolí. Se rescata la receta escrita en papel de estraza y sobre la que el tiempo ha ido casi borrando los trazos del lápiz. Y se respetan cantidades y sabores, y la torsión de la masa trae por instantes la voz de aquélla abuela que enseñó sabiamente el secreto. 

Y en el templo, los altares efímeros de cultos, los piadosos besamanos y las funciones solemnes van cumpliendo la ordenanza de reglas y van cargando el espíritu de una esencia que aúna tradición y sentimiento, de fe y devoción. Se presiente, aunque no ha llegado, trasiego intenso de priostías. El hueco que cada año ocupa cada paso, reclama la presencia soñada. 

Ha costales ya planchados con esmero; hay trajes despertados que aún huelen a inciensos pasados. Hay enseres sacudidos con paños; y hay emociones que no pueden ser frenadas, porque es ahora ese tiempo en el que tanto se presiente el deleite, que es dulzura en si mismo… 

Así, hermano, todo se cumple, porque esto es Cuaresma… y tu… ¿Sin darte cuenta?

Antonio Vázquez Miranda